lunes, 30 de marzo de 2015

Anónima e imposible.

No entiendo tu particular idealismo platónico. Quizá tienes razón pero esta vida me lo impide creer. Quizá tienes razón con respecto a aquella felicidad extraterrestre, anónima e imposible. Quizá tienes razón en todo, pero yo no me lo creo. No me creo ni que comiste ayer arroz y hombres, ni que fuiste a nadar en el Amazonas anoche convertida en delfín rosado persiguiendo un extraño barco. No creo nada. Ni en mí. Ese es el asunto. Porque no sé si soy el olvido ni el recuerdo de esos sueños escritos con nubes y corazones. No sé si la verdad es aquella mentira pronunciada despacito y lento debajo de mis sábanas. No lo sé.

Y déjame confesarte que ahora no comprendo a aquel enamorado que conociste un tanto ido, desconocido de tí. Ni porqué se propuso romper la regla de no enamorarse. Es tan largo el olvido que no me acuerdo qué día fue el que dejaste de llamarme y de verme y de sentir bocado por bocado aquella tímida sensación de satisfacción en la piel. No sé, ni he querido saber nunca, porqué perdí lo que nunca tapé con los brazos por las noches para que no se resfríe. No lo quiero entender, para no toparme con la taciturna afirmación de ser un innato cazador de desventuras. Y de ser, orgullosamente, el que nunca quiso actuar como padre.

No entiendo tu henchida pectoralidad al aceptar tu curiosa personalidad de embustera. No entendí nunca las triquiñuelas tan banales que no hacían más que darme a conocer tu lado penoso de mentir verdades. Es confuso reconocer tan banal negación de lo que existió como si fueran tiempos de posguerra.
Nosé del amor desde la última vez.
No lo sé.

Quizás porque no entendimos es que nos despedimos con una patada en el culo y un lapo en el alma. Quizás porque al final entendimos todo, nos desentendimos en la nada.
Para finalmente entender, en do mayor sostenido, que la felicidad, tristemente, es extraterrestre, anónima e imposible.



No hay comentarios:

Publicar un comentario